Actitud de servicio
¡Yo no
he venido a ser servido sino a servir!
Y yo me
pregunto: “en el mundo en el que vivimos ¿tomamos esta regla?”
Pienso
que NO, en un mundo en el que prima: el ser el primero, el yo me lo merezco
todo, el triunfo es fácil, tengo derechos, ¿Qué lo haga yo? Hazlo tú, no soy tu
criado…
Servir
es amar, hasta el extremo de dar la vida si fuera necesario. Hay que servir y
ayudar a nuestros semejantes de la forma más correcta; por ejemplo: hay que
saber escuchar, pues tenemos muchas personas mayores que están solas y
necesitan que alguien les escuche, nosotros, aunque nos haya contado la misma
historia miles de veces, tenemos que oír lo que nos dicen con una sonrisa en el
semblante, mirándole a los ojos y cogiéndole las manos, con una mirada tierna y
acogedora. Nuestros mayores se merecen lo mejor de lo mejor; de este tipo de
ayuda hay, cada vez más, mucho-as anciano-as que nos lo están pidiendo a voces.
El servir no solo es ponerse a lavar los platos o ser el criado de alguien, no,
va mucho más allá de esas fronteras que nos marcamos los humanos. El servir es
dejarse de pertenecerse a sí mismo en pro del necesitado; pero ¡ojo! No
repicando las campanas por todos los sitios diciendo lo que estás haciendo con
cierta persona, no, eso no. En otra ocasión Jesús nos dijo: “que tu mano
derecha no sepa lo que hace la izquierda”. ¿De qué nos sirve hacer el bien si
vamos rajando lo que le estamos haciendo a nuestro hermano? Eso, no vale para
nada, el esfuerzo que estamos haciendo se queda en paja que se la lleva el
viento. Y mucho menos como hay algunos que te echan en cara aquello que tal día
te hizo. Pueden tener el corazón como el universo de grande pero con esta
actitud lo dejan más pequeño que la molécula más pequeña que halla.
¡Servir
hasta que te duela el alma! Que frase más hermosa y sin embargo duele más, el
alma, por la envidia, el orgullo, la prepotencia, la vanidad, la gula, lo
exotérico… por cosas mundanas sin fondo, sin don de Gracia que nos lleva el
corazón al abismo más cruel que el hombre debe pisar.
No
hagas el bien a los demás porque se lo merezcan, sino porque sea tu forma de
vida, con todo el mundo, sin mirar raza, color de piel, etnia, actitud política,
religión… haz el bien siempre, no te canses de ayudar a quien lo necesite, sea
quien sea y siempre en actitud de servicio.