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sábado, 22 de marzo de 2014

¿Hijo pródigo o Padre amoroso?

¿Hijo pródigo o Padre amoroso?
Se comenta mucho la parábola del hijo pródigo o Padre amoroso; las dos definiciones son correctas aunque de siempre se ha conocido como la del “hijo pródigo” ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto empeño en la del “Padre amoroso”? Dios nuestro Señor, siempre nos perdona, pero claro está, siempre que le pedimos perdón mediante el acto de penitencia; igual que en la definición del “hijo pródigo” que antes de que llegara el hijo, el Padre ya lo estaba esperando con los brazos abiertos. Dios siempre nos espera con los brazos abiertos, otra cosa es que nosotros vayamos a su encuentro y le pidamos perdón, cosa que si no hacemos y seguimos empeñados en nuestros propósitos, somos nosotros mismos los que nos separamos de Él, Dios no nos castiga, son nuestras obras las que nos separan de la Santísima Trinidad, del Decálogo. Dios no es castigador, no es vengador. Definiciones que de siempre se le han dado con aquella frase de: “Dios es remunerador” que premia a los buenos y castiga a los malos.
Ahora nos dicen que hay dudas sobre el infierno eterno, porque Dios es todo amor, es el Padre amoroso, olvidándose del contexto real de la parábola. Bajo mi punto de vista todo esto es muy peligroso, porque me recuerda a un principio que nos dijeron en una de las clases: ¡el diablo se regocija de que pensemos que no existe, pues así obra a sus anchas! Esto es muy peligroso, el pensar que todos, sin excepción, vamos al Paraíso. Dios Padre nos hizo libres para hacer y deshacer a nuestro antojo, pero siempre desde la perspectiva de la responsabilidad. Yahvé, nos llama de múltiples maneras, nos toca al corazón de muchas formas con tropiezos en nuestras vidas u otros actos que nos deberían de dar por reflexionar y coger el camino que nos dicta el corazón; lo que pasa es que no se le hace caso, porque, muchos, viven mejor sin Él y caminan, no por el camino que ellos quieren, si no por el de las masas, por los caminos mundanos de: “yo tengo derecho a todo”, el placer, la lujuria, el desenfreno, la envidia, el egoísmo, la intolerancia, la gula… todo esto por supuesto que lo perdona el Señor, pero nunca sin que nosotros vayamos corriendo a su encuentro, con lágrimas en los ojos y el corazón roto por haber quebrantado el pacto que tenemos hecho con Él en nuestro Bautismo. Sólo entonces es cuando las dos definiciones de dicha parábola son efectivas, porque nosotros, con nuestro arrepentimiento, nos hacemos hijos pródigos y Él siempre, es el Padre amoroso.
Observemos lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
212. ¿En qué consiste el infierno?
Consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren, por libre elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta realidad con las palabras «Alejaos de mí, malditos al fuego eterno» (Mt 25, 41).

213. ¿Cómo se concilia la existencia del infierno con la infinita bondad de Dios?
Dios quiere que «todos lleguen a la conversión» (2 P 3, 9), pero, habiendo creado al hombre libre y responsable, respeta sus decisiones. Por tanto, es el hombre mismo quien, con plena autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios si, en el momento de la propia muerte, persiste en el pecado mortal, rechazando el amor misericordioso de Dios.

Queda bien clara la misericordia de Dios, no hay lugar a dudas. El infierno no lo hizo Dios, Jesús en la Santa Cena dijo: Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomad, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Marcos 14, 22-24.
San Marcos, no dice que la sangre de Cristo se derramara por todos, no, dijo: “por muchos”. San Mateo 26, 26-29, viene a decir lo mismo. Todos estamos llamados al Reino de Dios por ser hijos suyos, pero sólo estará en el Paraíso, en el Edén, toda persona que cumpla con los diez Mandamientos de la ley de Dios, o que en su últimos minutos de vida se arrepienta de sus pecados; esto es posible gracias a la misericordia de Yahvé. Recordemos la parábola de los obreros de la última hora: Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo". Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?". Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros". Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada". El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?". Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos". Mateo 20; 1-16.


Existe el Cielo, el Purgatorio y el infierno. Son muy pocos los que van directamente al Cielo, la inmensa mayoría van al Purgatorio y de allí al Cielo, después de acrisolar todos sus pecados y convertirse en perfectos como nuestro Padre Celestial. Los que van al infierno no salen de este lugar nunca, es eterno.

domingo, 9 de marzo de 2014

Origen de la vocación de san Pablo

Origen de la vocación. 
Al hablar de su vocación, Pablo la hace remontar mucho antes del acontecimiento que se produjo en el camino de Damasco. Afirma que "Dios lo había llamado por su gracia, desde el seno materno" (Gal I-15). Al origen de su existencia, aún antes de su nacimiento, Pablo había sido señalado por la vocación. Dios se lo había apartado o lo había escogido, es decir que había separado a Pablo de los demás hombres y del mundo, para tomar posesión de su vida, reservándoselo para sí. Lo había llamado por su gracia, es decir que por un favor enteramente gratuito, había decidido hacerle oír su llamamiento. En este sentido fue predestinado a la vocación. 
La infancia, la juventud de Saulo y aún su actitud de perseguidor, estaban en realidad impregnados y ordenados por esta predestinación: toda su vida estaba orientada, sin darse cuenta, hacia el momento en que la vocación se iba a revelar. 
Encuentro con Cristo vivo. 
Iba a llegar Saulo al término de su viaje, cuando queda cegado por la luz de Cristo y echado por tierra. No ve el rostro de Jesús pero oye su voz: "¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues? Yo soy Jesús a quien tú persigues". 
Saulo creía que Jesús estaba muerto, bien muerto y que su lamentable fin sobre la cruz era la señal de la reprobación de Dios para su obra. Cuando he aquí que de pronto se da cuenta de la potencia triunfadora de este Jesús que le prueba que está vivo, puesto que lo detiene y lo tira por tierra. Saulo encuentra a Cristo glorioso, a un Cristo rodeado de luz sobrenatural. 
En toda vocación, desde ahora, el llamamiento procede de Cristo resucitado. La fuerza divina de la resurrección está comprometida en el llamamiento; por este motivo la vocación es un misterio de vida nueva, un misterio de gozo, felicidad y alegría. 
Llamado de Cristo. 
Jesús se aparece a Saulo identificado con su Iglesia, puesto que se proclama perseguido. La persecución contra los cristianos alcanza personalmente a Cristo. 
Desde luego Jesús detiene e interpela a Saulo en el camino de Damasco como jefe de su Iglesia. El autor del llamado es Cristo en su Iglesia. Se puede decir que con Jesús está toda la Iglesia dirigiéndose a Saulo para llamarlo y para provocar la transfiguración de perseguidor en apóstol. 
Por este motivo la Iglesia tiene parte en la vocación: cuando Cristo llama lo hace por y para la Iglesia, y en nombre de la Iglesia. El llamamiento es por demás un servicio voluntario en la Iglesia y por la Iglesia: apego a Cristo y servicio de la Iglesia son una sola y misma cosa. 


Respuesta de Saulo. 
“Señor” ¿qué quieres que haga? (Hechos 20, 10). Es notable la docilidad de Saulo al llamamiento de Dios. Venía a Damasco con voluntad firme de perseguir a los cristianos violentamente y he aquí que deja todo lo que quería hacer y no busca ya más que conocer la voluntad de Jesús. Se ofrece con una disponibilidad sin límites. Su generosidad al servicio de Cristo. 
Saulo es el modelo de la aceptación de la vocación. Para él, el llamado echaba por tierra su vida y sus convicciones. Pero este llamado fue recibido por un alma grandemente abierta. 
Misión que da Dios a Pablo. 
"Este hombre, dijo el Señor a Ananías, es para mí un instrumento de elección para llevar mi nombre delante de todas las naciones, de los reyes y de los hijos de Israel". Del primer perseguidor, Cristo quiere hacer el mayor apóstol de la Iglesia primitiva, el que llevará a cabo el más extenso trabajo de evangelización entre las naciones paganas. 
El pasado de Saulo no será un obstáculo para esta misión; de perseguidor que fue ahora será mucho más ardiente para proclamar y extender la fe en Cristo. Pudiera suceder que ciertas personas, llamadas por el Señor para una misión apostólica importante, hayan tenido un pasado aparentemente poco de acuerdo para esta misión. Pero este pasado no es para ellas un obstáculo, porque la vocación opera una renovación del alma, pone fin a un período de la existencia e inaugura un nuevo destino. 
Llamado al sacrificio. 
Cristo declara aún: "Yo mismo le haré ver todo lo que tendrá que sufrir por mi nombre". La vocación confiere a Saulo la eminente dignidad de apóstol, pero lo destina al mismo tiempo al sufrimiento. Una misión apostólica no puede cumplirse sin sacrificio, y Pablo tendrá que experimentarlo. 
La vocación, llamamiento para seguir a Cristo, es siempre un llamado a unirse a su sacrificio, compartir su Pasión para cooperar a la salvación del mundo. A los que llama especialmente para ser sus apóstoles y testigos, Jesús les muestra todo lo que tendrán que sufrir por su nombre, por amor de Él. 
Efusión del Espíritu Santo. 
Para que Pablo pudiera realizar lo que le pide el Señor, deberá recibir la luz y la fortaleza de lo alto, "ser lleno del Espíritu Santo". Como en él, conversión y vocación coinciden; la gracia que necesita le es dada por el bautismo. 
El llamado de la vocación no toca solamente el exterior del alma: para penetrar en una personalidad, en una vida humana y para moderarla según su nuevo destino, es acompañada de una efusión del Espíritu Santo. El alma es transformada por el Espíritu Santo y se vuelve apta para realizar todas las exigencias de la vocación, para cumplir la misión confiada por el Señor. 

Bautismo y vocación. 
En el caso de Saulo aparece más vivamente el estrecho lazo que existe entre bautismo y vocación. Por el bautismo Dios se adueña de una alma para llenarla de su vida divina; por la vocación quiere adueñarse de ella mucho más, llevando hasta lo máximo esta posesión. 

El bautismo inauguró la vida de Pablo "en Cristo", vida de fe y de amor. En virtud de la vocación Pablo se entregó totalmente a Cristo que entraba en su alma; se puso a vivir únicamente por Él: la fe y la caridad alcanzaron su más grande dimensión en la total consagración a su misión apostólica.

El Maronismo



EL MARONISMO
La Iglesia Maronita pertenece al rito Siriaco-Arameo que ha heredado y guardado las tradiciones de las primitivas comunidades cristianas de Jerusalén y Antioquía.
Los maronitas se sienten orgullosos de pertenecer al Patriarcado de Antioquía, cuyo rito y liturgia datan de la época de los Apóstoles.
Desde que los Apóstoles pasaron por Líbano en su camino a Jerusalén, desde Antioquía y de regreso, fundaron la primera iglesia en Líbano. Se dice, que El Apóstol Pedro, en persona, participó en la cristianización del pueblo libanés. Desde entonces, se mantienen fieles a la primera predicación, incluso, en las campañas de persecución, que se remontan al tiempo de los romanos.
El nombre de "Maronitas", tiene su origen en el siglo IV, en el que vivió un famoso monje ermitaño llamado Marón, cuyos discípulos fueron grandes defensores de la ortodoxia cristiana, y conocidos también, por su virtud y sabiduría.
Para escapar de las continuas persecuciones y opresión de los enemigos de la fe: paganos provenientes del Imperio Romano, tiempo después, de la dominación Árabe y del Imperio Turco-Otomano. Los monjes, y numerosos cristianos se refugiaron en Líbano, ocupando desde aquel entonces las inaccesibles montañas, que con el tiempo llegaron a ser fecundas tierras de labor, y vergeles llenos de árboles frutales y vides, todo, fruto del trabajo organizado y duro.
Es indudable, que la nueva patria moldeó y pulió su personalidad y carácter, convirtiéndolos en heraldos de la paz y la convivencia fraterna, entre los pueblos de la tierra. Fueron trabajadores diligentes e industriosos, que sacrificaron su vida por la unidad, la seguridad, la fe y el amor por el rito antioqueño.
Por siglos sufrieron grandes pruebas, persecuciones, servidumbre y muerte, sin embargo, gracias a la perseverancia y santidad de los monjes, pudieron conservar la verdadera fe, ofreciendo a las generaciones que les sucedieron un espíritu de libertad que les preservó de ser asimilados por el Islam.
Los Maronitas fueron líderes en muchos ramos de la cultura y la ciencia como: teología, filosofía, poesía, literatura, arquitectura, pintura y artes. Fueron los primeros en introducir la imprenta, publicando los primeros libros en medio-oriente, además de ser pioneros en la educación primaria y superior, gracias al empeño de los patriarcas y sobre todo de los monjes.
Hoy el pueblo maronita se encuentra extendido por el mundo, su presencia y su voluntad de independencia y conservación del patrimonio territorial y cultural, que les es propio, testifican su calidad espiritual, su piedad y su libertad, que les ha conservado íntegros y a la vez en constante progreso. Son conocidos, como trabajadores incansables, devotos de su herencia y de su amor a La Santísima Virgen.
Su ininterrumpida cadena de mártires, confesores y santos como: San Marón, San Juan Marón, San Efrán- Doctor de la Iglesia-, San Ignacio de Antioquia- Padre Apostólico-, San Juan Crisóstomo- patriarca de Constantinopla y Padre de la Iglesia y los contemporáneos, San Charbel, Santa Rebeca de Himlaya y San Nemetala Al-Hardini son testigos de la fidelidad, lealtad, y fe al Evangelio como Palabra viva y permanente de Dios.
Han defendido heroicamente su existencia en la libertad dando ejemplo a otros pueblos de unidad y coherencia en su ideal, que es esencialmente un mensaje de amor.
Muchos son los europeos y actualmente americanos que se han sentido atraídos a la Montaña Libanesa, para vivir la experiencia del ascetismo y espiritualidad propios de los maronitas.
El Pueblo Maronita lleva inherente su fe y sus tradiciones, llevando, por este motivo, al mundo entero la suave fragancia de las virtudes cristianas a la vida que les rodea.
Cada maronita debería sentirse orgulloso de su herencia y conservar la memoria de sus antepasados, para seguir sus huellas y abrir así el camino a las futuras generaciones para que conserven su cultura, unidad y tradición.
Como Jesús mandó a sus Apóstoles para que fueran a evangelizar todas las naciones e hicieran discípulos, la naciente Iglesia creció y se extendió fuera de Jerusalén. Experimentó otras tradiciones, culturas, costumbres, idiomas, formas de arte, arquitectura y música. El oriente y el occidente cristianos expresan las mismas verdades fundamentales de su Fe católica en formas diversas, singulares y con distintos adornos. La Iglesia no es lo mismo que un rito. Dentro de la Iglesia católica existen 22 iglesias autónomas, cada una de las cuales sigue su propio rito. Todas tienen 3 elementos básicos: La Fe y el dogma Apostólico, Los misterios o Sacramentos y la Unidad en torno al Papa.
Un rito es la liturgia única, la teología, la espiritualidad y el derecho, caracterizados por su propia influencia cultural, lingüística y de tradición

 



viernes, 7 de marzo de 2014

Cuaresma y Semana Santa

Cuaresma y Semana Santa
¿Qué es la Semana Santa? Yo diría que en hoy día es de todo menos de lo que tiene que ser. Hasta algunos han suprimido lo de Semana Santa por vacaciones de primavera. Los hay que, para ellos, es: divertirse a tope con lo único que saben hacer, alcohol y otros tipos de drogas, y, hay cierta juventud, que no todos, pues la mayoría de los jóvenes son una maravilla, pero hay otros que tela marinera, que disfrutan viendo pelearse dos adolescentes mientras que los demás los están grabando con el móvil. Para otros la Semana Santa es: ¡la mejor procesión es la de mi Nazareno o mi Virgen de la Paz! u otro trono de tantos como hay, llegando a convertirse en adora imágenes, hasta tal punto que hay miles de jóvenes como costaleros y luego no asisten a Misa o como yo lo he visto, este no era tan joven ni costalero, llegar a la Iglesia y estar el sacerdote en plena Consagración, ir directamente a la imagen, santiguarse y pedirle o rezar, marchándose sin más.
Hoy por hoy son muy pocos los que guardamos el ayuno y la abstinencia, de tal forma que hay personas que se ríen o burlan cuando decimos que guardamos la Cuaresma. A estos les da igual que sea el día que sea, incluso al enterarse que es viernes o miércoles de ceniza te dicen: ah sí, pues ahora me voy a comer un chorizo; se hacen los graciosos. El quinto Mandamiento nos dice: “no matarás” ha esto, ellos dicen: ¡yo no he matado a nadie!, madre mía, como si sólo se matara con el cuchillo, pues anda que no mata la lengua, a veces, mucho más que cualquier arma, pues te hiere el alma. Lo toman todo a su forma, a su manera, y, aquello que nos dice directamente lo que no debemos de hacer, como por ejemplo el cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia: “Abstenerse de comer carne, y ayunar en los días establecidos por la Iglesia" (ayuno y abstinencia: el miércoles de ceniza y el viernes santo; abstinencia: los viernes de cuaresma), dicen que somos unos retrógrados y que no miran sea el día que sea, que ellos pasan de esto…
La Cuaresma nos prepara para ese día grande que es el Domingo de Resurrección y la única forma de llevarla a buen puerto es con: el ayuno, la limosna y la oración, de tal manera que nos tenemos que revestir del hombre nuevo, echando fuera todo lo vano que hay dentro de nosotros como: la envidia, el rencor, la prepotencia, el orgullo, la xenofobia, el racismo, la intolerancia… incluso tenemos que ver –y actuar- como erradicar el pecado de la concupiscencia. Pues también es culpa nuestra, tantos muertos por hambre como hay en el mundo, estamos muy tranquilos porque todo esto ocurre muy lejos de donde estamos nosotros y como dice el refrán: ojos que no ven, corazón que no siente; tenemos que verlo con los ojos del corazón y no quedarnos parados, tenemos que actuar, cada uno de la forma que mejor vea, pero nunca quedarnos con los brazos cruzados, eso nunca.
Semana Santa, semana de pasión, muerte… y aquí se quedan muchos, en la muerte de Jesús; por eso no ven ni entienden lo que es la semana Santa. Para ellos esta semana es semana de diversión, de ocio, de descanso, de ver las procesiones y de criticarlas o alabarlas sin más nada. Hay que decirles “Jesús resucitó” y decirlo con la boca muy grande, con firme voz y convencidos de lo que estamos diciendo: ¡Que sepáis que Cristo resucitó!

La Semana Santa hay que verla como una catequesis, cada paso, cada trono según su imagen, tenemos que pensar y meditar sobre lo que estamos viendo; pensar que Jesús-siendo Dios- se hizo carne, bajó del Cielo y habitó entre nosotros y todo por amor, pasando por una muerte y que muerte, para redimirnos, para abrirnos las puertas del Cielo, puertas que- no solo Adán y Eva, sino también nosotros- cerramos con nuestros pecados ¿puede haber amor más grande?… Y al tercer día Resucitaré; esto es lo que tenemos que tener bien claro, ya que Dios no es Dios de muertos sino de vivos. De siempre, para mí, este ha sido un día súper feliz, un día en el que, cuando despertaba, me ponía a dar saltos en la cama de alegría y gozo. Tenemos que ver a la segunda Persona de la Santísima Trinidad en la Cruz para no olvidar nunca lo que por amor hizo por toda la humanidad; pero tenemos que tener bien claro que Resucitó y que tiene dominio sobre la muerte. Señor, que todos lo entendamos para bien nuestro y salvación; pues el que haya hecho el mal, sin saberlo, recibirá menos castigo que el que lo hiciere a sabiendas. Jesús, que seamos verdaderos mensajeros de tu Evangelio, que no nos de vergüenza pregonar la Verdad y aunque estemos mezclados con el mundo, que sepamos estar en nuestro sitio, sin mezclarnos con lo mundano.   

martes, 4 de marzo de 2014

San Pedro Poveda (Novena- y última- parte "Signos antiguos y nuevos para la Iglesia de hoy" y Bibliografía)

Signos antiguos y nuevos  para la Iglesia de hoy

        La memoria de San Pedro Poveda ha quedado, sobre todo, unida a la fama de su santidad de vida, a la novedad de haber dado un decisivo y concreto estímulo a la misión de los fieles laicos en la Iglesia y en mundo, a su cualificada contribución a la espiritualidad y a la educación, y a la posibilidad de generar proyectos apostólicos dinámicos, capaces de responder desde el propio carisma a las demandas de cada circunstancia, tiempo y lugar.
            La Institución Teresiana fundada por San Pedro Poveda, que continúa siendo una Asociación de fieles laicos, de derecho pontificio, presente hoy en un buen número de países de cuatro continentes, ofrece una posibilidad de formación sólida para vivir a fondo las exigencias del bautismo, incluso en entrega total a Jesucristo, y para realizar una misión como Iglesia al servicio del Reino de Dios. Pretende la promoción humana y la transformación social mediante la educación y la cultura y, del mismo modo que las primeras comunidades de seguidores de Jesús, sus miembros iluminan su vida con la Palabra de Dios, la alimentan con la Eucaristía, viven el amor fraterno y hacen del compartir solidario una norma de vida.
            Se han cumplido ya los cien años de cuando el joven sacerdote Pedro Poveda comenzaba su acción evangelizadora en las cuevas de Guadix. Entonces, “lo primero que hicimos fue instalar el Santísimo Sacramento en nuestra ermita”, según escribía en 1904, porque “el fundamento de todo progreso moral y material es Jesucristo”. Y después, en cabal coherencia con la vocación recibida ante la Virgen de Gracia de aquella Ermita Nueva, afirmaba con vigor a los miembros de la Institución Teresiana fundada por él:

                “Nadie, por más autoridad que tenga, por más ilustrado que sea, por más virtud de que esté adornado, nadie puede ni podrá jamás poner otro cimiento que el puesto desde el principio, que es Cristo. Esta es nuestra Obra, esta es la doctrina que hemos profesado, y bajo ningún pretexto debemos admitir elementos humanos en lo que en Cristo, por Cristo y para Cristo se fundó”.

            Nos encontramos en el entorno del centenario de la fundación de la Institución Teresiana. Cuando en 1974 se cumplían los cien años del nacimiento de san Pedro Poveda, la UNESCO lo presentó al mundo en su calendario bienal sobre la celebración de aniversarios de “personajes ilustres en el campo de la educación, la ciencia y la cultura que han influido profundamente en el desarrollo de la sociedad humana y de la cultura mundial”, como “Pedagogo y humanista español”. A la vez, en la plaza mayor de Linares, sus paisanos le estaban dedicando un monumento con una lápida en la que escribieron la mejor síntesis de su biografía: “Al hombre bueno, al fundador, su pueblo agradecido”.
            Este hombre bueno, este fundador, este pedagogo y humanista, dejó muy claramente escrito a su fundación en 1929 en qué consiste la mayor bondad, la mejor pedagogía y el más pleno humanismo:

            “Porque tengo el convencimiento de que todo es obra de Dios y de que el camino que Dios traza a la Institución es este, quisiera inculcar de tal modo estas verdades en el ánimo [de los miembros de esta Obra] que ni ahora ni nunca se les ocurriera pensar en la práctica de medios humanos, ni desear otros que la oración y la mortificación, ni poner su confianza en nada humano, sino en la misericordia del Señor.
                Quizá se me diga: ¿pero a qué viene esto? Responderé que si al presente no se os ocurre pensar de manera distinta, podría acontecer que, pasando el tiempo, os olvidarais de estas verdades y llegarais a pensar que es cosa humana lo que es obra de Dios”.
               
            A los sacerdotes, a quienes, como él, han sido llamados a una particular configuración con Jesucristo, el único mediador, San Pedro Poveda continúa ofreciéndoles el testimonio de su propia actitud, expresada en un apunte personal de 1933:

            Señor, que yo piense lo que tú quieres que piense; que yo quiera lo que tú quieres que quiera; que yo hable lo que tú quieres que hable; que yo obre como tú quieres que obre. Esta es mi única aspiración”.

            O dicho, en múltiples ocasiones, de modo más breve: “Cada día deseo más cumplir la voluntad del Señor en todo”; “Cúmplase en mi tu Voluntad siempre y en todas las cosas”; “Todas mis oraciones se encaminan al ‘doce me facere voluntatem tuam’ (enséñame a hacer tu voluntad)”.

            La Eucaristía constituía, como no podía ser de otra manera, el auténtico centro de su vida sacerdotal, por lo que abundan en sus escritos súplicas como estas:

                        “Señor, que cada día celebre mejor el Santo Sacrificio”.

                “Hace 36 años que recibí la ordenación de Presbítero. ¿Cuántos más viviré? Sólo Dios lo sabe. A Él pido la gracia de no dejar de celebrar con fervor ni un solo día la Santa Misa”.

            En 1933, cuando formula esta oración, no le quedaban muchos años de vida, pero en ellos se cumplió cabalmente lo que había constituido para él una actitud invariablemente mantenida, porque el sacerdote es un hombre de Dios para los demás:

                “Hay que hacerse todo para todos, a fin de ganarlos a todos para Cristo. Si hay que velar, se vela; si hay que sufrir, se sufre; si hay que humillarse, se humilla; si hay que pedir limosna, se pide; si hay que enfermar, se enferma; si hay que morir, se muere”.                                              

            A los educadores, a los profesores, a los maestros, a quienes habían constituido el centro de sus proyectos y actividad, les repetía estas o parecidas palabras: “Yo os pido un sistema nuevo; un nuevo método; unos procedimientos tan nuevos como antiguos inspirados en el amor”. Y también, ya al final de su vida, en 1935:

                “Con dulzura se educa, con dulzura se enseña, con dulzura se consigue la enmienda, con dulzura se evitan muchos pecados, con dulzura se gobierna bien, con dulzura se hace todo lo bueno”.

            Esta es la clave de más genuina pedagogía Povedana, el único método que él quiso y supo ofrecer, y que planteó desde el comienzo ─1912─ en términos como estos:

                “Ha de procurarse que cada discípulo dé de sí todo lo bueno que puede dar, y no es fácil conseguirlo sin darle expansión. Para educar hay que conocer a la persona que se educa; sin este conocimiento, los medios más excelentes serán infructuosos”.  

            San Pedro Poveda, educador convencido y eficaz, con un tino muy certero para orientar, prudentemente audaz, amable y cercano, confió siempre en los jóvenes.

                “¿Quiénes son los más valientes, intrépidos, temerarios, arriesgados? Los jóvenes. ¿Quiénes son los que tienen ideales, los que se olvidan de sí? Los jóvenes. Me preguntaréis ahora qué podéis hacer. ¡Oh juventud, arma poderosa, brazo casi omnipotente, fuerza del mundo! Sea vuestra primera meditación ésta. Somos jóvenes: todo lo podemos. Somos de Dios: todo lo bueno podemos”.

            Escribía estas palabras en 1933, casi al final de su vida, sintetizando toda una trayectoria en la que la juventud había ocupado siempre su afecto y actividad.

            “Creer bien y enmudecer no es posible. Creí, por esto hablé. Es decir, mi creencia, mi fe no es vacilante, es firme, inquebrantable, y por eso hablo. Los que pretenden armonizar el silencio reprobable con la fe sincera pretenden un imposible”, advertía en 1920 a todos los que se consideraban seguidores de Cristo Jesús. Y añadía: “Los verdaderos creyentes hablan para confesar la verdad que profesan, cuando deben, como deben, ante quienes deben y para decir lo que deben”. De este modo:

                “Seriamente, sin provocacio­nes, pero sin cobardías; sin petulancias, pero sin pusilanimidad; con caridad, pero sin adulacio­nes; con respeto, pero sin timidez; sin ira, pero con dignidad; sin terquedad, pero con firmeza; con valor, pero sin ser temerarios”.

            Podía expresarse así porque ésta había sido, y estaba siendo, su propia experiencia personal. Se refería a una manifestación de la propia fe que en muchas ocasiones deberá ser con palabras y hechos, y siempre, como el sarmiento que está unido a la vid, dejando brotar la vida que circula en su interior. Como aseguraba en 1925:

                “Los hombres y las mujeres de Dios son inconfundibles. No se distinguen porque sean brillantes, ni porque deslumbren, ni por su fortaleza humana, sino por los frutos santos, por aquello que sentían los apóstoles en el camino de Emaús cuando iban en compañía de Cristo resucitado, a quien no conocían, pero sentían los efectos de su presencia”.

            Lo mismo podría decirnos a los cristianos de hoy. 

 BIBLIOGRAFÍA
DA
P. Silverio de Santa Teresa, Vida de D. Pedro Poveda Castroverde, Fundador de la Institución Teresiana, Madrid, Publicaciones de la Institución Teresiana, 1942 y 1952.
A. Galino, Pedro Poveda, Itinerario pedagógico. Estudio preliminar, introduc­ciones y notas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1964 y 1965.
D. Mondrone, Un prete scomodo. Don Pietro Poveda Castroverde, fondatore della Istituzione Teresiana, Roma, Ed. «La Civiltá Cattolica», 1961, y Milano, Ed. Ancora, 1969. En español, El Padre Poveda, Ed. Paulinas, Bilbao 1965.
F. Fernández  Ramos,  Interpelado por la Palabra, Madrid, Narcea, 1975.
F.P. Velázquez, Cuadernos Biográficos Pedro Poveda, 8 volúmenes, Madrid, Narcea S.A. de Ediciones, 1986-2003.
F. Fernández  Ramos, Espiritualidad bíblica en «Consideraciones» de Pedro Poveda, Madrid, Narcea, 1989; AA.VV, Pedro Poveda. Volumen-Homenaje. Cincuentenario, 1936­-1986, Madrid, Narcea, 1988.
D. Gómez Molleda, Pedro Poveda educador de educadores, Madrid, Narcea, 1993.
Centro Romano di Studi Povedani, Pietro Poveda. Essere Chiesa, Profilo biografico e scritti scelti, Roma, Cittá Nuova Editrice, 1993.
M.E. González Rodríguez, Pedro Poveda. La sua Vita e il suo tempo. Su vida y su tiempo. His life and his times, Istituzione Teresiana, Ro­ma 1993.
AA.VV., Pedro Poveda. Testimonios de hoy, Madrid, Narcea S.A. de Ediciones, 1994.
M.E. González Rodríguez, Pedro Poveda. Jesús, Maestro de oración. Edición crítica, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997 y 2001.

M.E. González Rodríguez, (ed.) San Pedro Poveda Castroverde. Canonización. Madrid, 4 de mayo de 2003, Madrid 2005.

San Pedro Poveda (Octava parte "Hago justicia al Padre Poveda")

“Hago justicia al Padre Poveda”
           Así se expresaba el P. Jesús Castellano, eminente teólogo, profesor de Espiritualidad en el Pontificio Instituto de Espiritualidad Theresianum de Roma celebrando allí, el 17 de mayo de 2003, la reciente canonización de san Pedro Poveda:

                “Como estudioso que soy de la espiritualidad del siglo XX, debo afirmar que una lectura de los escritos del Padre Poveda me resulta de grandísimo interés.
                Hay que hacer justicia a este hombre por algunas razones fundamentales. La primera porque la espiritualidad del Padre Poveda tiene todos los títulos para ser considerada anticipadora de toda una serie de valores que constituye la trama de la espiritualidad del siglo XX, con el Concilio Vaticano II y con la espiritualidad que él anticipa”.

            Sin duda alguna, el humanismo Povedano, con amplia raíz bíblica, y que encuentra “la norma segura para llegar a ser santo” en “la Encarnación bien entendida”, es claramente anticipador de la serie de valores que asume, concreta y propone el Concilio Vaticano II. Insiste P. Jesús Castellano:

                “Encuentro verdaderamente en Pedro Poveda un anticipador y un forjador de la espiritualidad del siglo XX, incluso antes que los grandes autores, reconocidos hasta hoy en los manuales de historia de la espiritualidad contemporánea.
                Es un anticipador de una espiritualidad que estaba para nacer como espiritualidad: abierta, evangélica, que vuelve a las fuentes, de gran apertura al mundo necesitado de un cristianismo vivo y adaptado a las nuevas condiciones de un contexto que está cambiando.
                Hago, pues, justicia al Padre Poveda: debemos verdaderamente considerarlo entre los testigos, maestros y fundadores que pertenecen a la formación de la espiritualidad, con intuiciones anticipadoras, de la primera mitad del siglo XX. Que esto quede para la historia de la espiritualidad de la Iglesia”.

Y, basándose en los escritos de san Pedro Poveda, en la novedad del carisma que entraña la Institución Teresiana y en impulso que durante su vida dio a esta Obra, lo explica así:

            “Bastaría retomar toda la temática de Jesús Maestro de Oración, de ‘la Vid y los sarmientos’ y de otras ideas cristológicas para ver su modernidad evangélica. Es una espiritualidad que anticipa en la España de la primera mitad del siglo XX el retorno a las fuentes, característico de algunos decenios posteriores, con su apasionada consideración de la vida de los primeros cristianos como modelo; una especie de anticipación del gran movimiento de retorno a los Padres en la teología de la espiritualidad.
                La de Poveda es una espiritualidad que revalora, con la ayuda de los textos bíblicos del Nuevo Testamento, la dimensión profética, sacerdotal y real del pueblo de Dios. Una espiritualidad, además, que conecta con otra parte de la espiritualidad del siglo XX que se forja sobre todo después de la primera y de la segunda guerras mundiales: la espiritualidad del compromiso en el mundo, de la revaloración de las realidades creadas, en relación con la cultura y con la promoción de la mujer. Es la suya una espiritualidad, además, viva, concreta, con grandes intuiciones pedagógicas y con inmediatas aplicaciones vitales.
                No es un escritor de grandes tratados; es el hombre concreto, que transmite experiencia; un verdadero mistagogo ─diríamos hoy─ de la vida evangélica, del compromiso apostólico. Un verdadero maestro espiritual”.

En este sentido, el P. Castellano destaca la señala referencia de San Pedro Poveda a los primeros cristianos, presente en sus escritos desde fechas bien tempranas. Incluso las cuevas de Guadix le recordaban las antiguas catacumbas, que esos momentos estaban saliendo a la luz. La referencia a la primitiva iglesia, a los primeros seguidores de Jesús, es uno de los signos más claros de la novedad del carisma recibido por él, carisma llamado a impregnar el momento presente de la originaria pureza evangélica:

            “Es viva su esencialidad cristológica, de matriz joánica y paulina por tanto. La eclesialidad viva y esencial de la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, recuperando espiritual y concretamente la imagen arquetipo de la comunidad de Jerusalén, a la que, según una famosa expresión de L. Cerfaux, todos los siglos miran. Cuando comienza una nueva realidad pujante en la Iglesia, todos los siglos miran a esa obra maestra del Espíritu que es la primitiva comunidad, del mismo modo que todos los artistas tratan de inspirarse en las obras maestras que encuentran en los museos. También el Padre Poveda ha tenido esta intuición: un retorno constante al momento en que comienza la vida nueva, a cuando nace la Iglesia. Por eso su modelo es la primitiva comunidad cristiana, plasmada por la palabra de Jesús y la acción del Espíritu.
                San Pedro Poveda ha llegado incluso, como pocos santos, a sentir como suya la oración sacerdotal de Jesús. Véase el cap. 17 de Juan, comentado por él en Jesús, Maestro de oración, como vértice del ideal de la vida cristiana en la comunión con Dios y entre nosotros, con la clara visión de la espiritualidad de las bienaventuranzas y la fuerza arrolladora de la alegría como virtud netamente cristiana. Lo que él propone es una especie de humanismo de las bienaventuranzas. Me gusta la acentuación de la alegría cristiana que tiene lugar hacia el fin, en la  cercanía del martirio, porque yo considero la alegría como un “valor trascendental” de la vida cristiana: junto al amor-verdad, al amor-bondad al amor-belleza, al amor que es alegría. También en esto Pedro Poveda es un profeta anticipador”.
           
Subraya también su dimensión de fundador no sólo como quien ha formulado una doctrina sino como quien la ha ratificado con su vida. Una vida coherente con su vocación específica al sacerdocio, capaz de generar algo distinto de él, enraizado en el evangelio y llamado a hacerlo presente en la realidad actual:


“Él es maestro y fundador. Es maestro con su doctrina y testigo con su vida. Ha dejado una semilla fecunda, fecundada por el Espíritu Santo, que ha producido un gran movimiento de espiritualidad. Él ha dado a la Institución Teresiana la capacidad de mantener su vocación laical y la capacidad de implicar a otros laicos y laicas en el proyecto de una presencia viva en el mundo, con las características de internacionalidad y de vocación misionera y apostólica y, sobre todo, con la dimensión cultural que son propias del carisma del Padre Poveda, infundido en su Obra”.