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martes, 17 de febrero de 2015

Nosotros y la Cuaresma

Nosotros y la Cuaresma
La cuaresma es tiempo de espera, de limosna y de preparación, nos hace recordar  los cuarenta días que Jesús estuvo en el desierto, después de ser bautizado por su primo san Juan Bautista. ¡Cuarenta días! y nosotros solo hacemos la abstinencia de los viernes, miércoles de ceniza y Viernes Santo de ayuno y no somos capaces de llevarlo a buen término. Él dio la vida por nosotros y no somos capaces de hacer lo más mínimo siquiera por agradecimiento y por Comunión con el Todopoderoso nuestro Redentor. Para algunos es demasiado esfuerzo o es algo que está pasado de moda, como si el ser seguidor de Cristo fuera cosa de modas ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se ha olvidado a Jesús, a la Santísima Trinidad? ¿Esto es lo progre? No lo entiendo como otras muchas cosas que pasan y no llego a captarlas.
Algunos nos tratan de hipócritas, a los seguidores de Cristo, y no les faltan razones; no puede ser que yo esté predicando a los cuatro vientos que hay que vivir la cuaresma y luego me ponga morado de buenos chuletones un Viernes Santo. No puede ser que yo critique a las personas que hacen vida de matrimonio sin estar casadas por la Iglesia y yo esté conviviendo con una mujer que no es mi esposa, no puede ser… Tenemos que cundir con nuestros ejemplos, pues solo así se puede hacer Iglesia. Tenemos que ser conscientes y consecuentes con lo que decimos. Me hace mucho daño a los oídos cuando oigo este insulto hacia nosotros los cristianos pero es algo que nos hemos ganado muy a pulso y así no hacemos Iglesia sino todo lo contrario, la destruimos, la hacemos picadillo. Como el Hijo del Hombre dijo “quien esté libre de pecado que tire la primera la piedra” La Iglesia está formada por pecadores, sólo Jesús, que es la Cabeza de la Iglesia, no es pecador ¿Por qué criticamos a los demás y luego hacemos lo que para nuestros ojos, hacia los demás, es abominable? ¿Por qué vemos la paja en ojo ajeno y no vemos la viga en los nuestros? ¿Por qué nos creemos los mejores y menospreciamos a los que no son como nosotros? Ya está bien de tanto fariseísmo, de tanta hipocresía, de tanto egocentrismo, de tanto estar vestidos con pieles de ovejas y por dentro ser lobos sanguinarios… Ya está bien.
Cerramos las puertas a la nueva generación, no le dejamos hablar ni dar su opinión y aburridos se marchan. Tenemos que llamar a la juventud y tenemos que hacerlo no formando en la Misa un folclore, pues la Misa es lo que es y no un escenario de títeres y actores o payasos; tenemos que llamarlos con actividades que le llamen la atención. Hay muchos jóvenes deseosos de ayudar a los demás, jóvenes de muy buen corazón que se van a las ONG para brindar su granito de arena; esa es la juventud que nos tenemos que ganar y la que hay que abrirles las puertas. Me da mucha pena cuando veo en la Misa a personas de una media de sesenta años o más. Le estamos cerrando nuestro corazón, las puertas y su salvación, ha esto no hay derecho, no estamos obrando como Dios manda y luego bien que nos quejamos; ni comemos ni dejamos comer.

Hermanos, Dios quiera que esta Cuaresma nos revista, de verdad, de ese hombre nuevo que todos deseamos y demos riendas sueltas, pero controladas, a todo tipo de personas ya sea por su edad, raza o color de piel. Todos somos iguales ante los ojos de Dios, nadie es más que nadie. Tenemos que revestirnos de humildad y solo así conseguir todo lo que hemos perdido. La Iglesia no es de unos cuantos, es de todos y todos somos Iglesia.      

viernes, 13 de febrero de 2015

Unos para otras, otras para unos

Unos para otras, otras para unos
¿Cuántos momentos de felicidad pasan por nuestra vida? ¿Cuántos de amargura? ¿De cuáles nos acordamos más? Los trenes de la felicidad que pasan por nuestra puerta lo tomamos como un derecho y fácilmente se nos olvida a no ser que sean extremadamente felices. Los otros nos dejan más huella porque, las mayorías de las veces, decimos aquello de: “¿por qué a mí, por qué yo?” vivimos en un mundo en el que nos sentimos, o nos hacen sentir, como que tenemos derecho a todo, que todo es fácil, y las obligaciones son para otros.
Los trenes de la felicidad deberíamos de estrujarlos al máximo y disfrutarlo en toda sus inmensidades, por muy pequeños que sean. Las pequeñas cosas son las que llenan una vida, las que verdaderamente nos hacen felices; muchos pequeños detalles todos los días sin dejar de decirle a la gente que queremos lo mucho que los amamos y, por qué no, llénalos de besos y muestras de cariño; pero eso sí, todos los días sin pasar uno. Los grandes acontecimientos nos hacen felices en ese momento pero si solo tenemos esos, nuestras vidas están vanas, vacías de contenido, somos los más infelices de la tierra.

Solo viviendo los pequeños pero muy frecuentes detalles podemos recibir de cara a los de amargura. Pero siempre acompañados de nuestros seres más queridos. Nosotros, por sí solos, no tenemos la fuerza suficiente. Esta vida está para que la mujer sea muleta del hombre y el hombre muleta de la mujer. En definitiva uno es complemento del otro; aquí no hay uno más que el otro, no, los dos iguales y complementarios.