En la
ciudad y en las cuevas:
La
formación de las personas
Durante
estos intensos años en cuanto a su formación y experiencia sacerdotal,
interesado por grandes y pequeños, fue tomando conciencia no sólo de la
necesidad de evangelización, sino de los problemas sociales del contexto en que
vivía.
Con motivo de la misión predicada
por él en la cuaresma de 1902 en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad
de Guadix, desde esta fecha incorporó a sus actividades habituales en el
Obispado y en Seminario, la de promover humana y cristianamente a los
habitantes de esta zona marginada que padecían paro, hambre, analfabetismo y
pobreza, y comenzó a establecer relaciones entre la ciudad y la periferia, que
recíprocamente tendían a ignorarse.
Impresionado
por el abandono en que vivían los numerosísimos habitantes de las cuevas, pensó
que lo mejor podía hacer en favor de los grandes y los pequeños era
facilitarles medios para su educación personal y profesional, de modo que
pudieran llegar a ser personas preparadas y, por lo tanto, capaces de
desempeñar un trabajo que les permitiera una vida digna. Por eso, según
escribía entonces, “Como el fundamento de la educación y la base de todo
progreso moral y material es Jesucristo, lo primero que hicimos fue instalar el
Santísimo Sacramento en nuestra Ermita. Pero ¿dónde diréis que hemos tenido que
colocar al Rey de cielos y tierra?, pues en una cueva, parecida a las antiguas
catacumbas”. Y es que, desde hacía siglos, una de las cuevas, situada en un
lugar céntrico del barrio, había sido convertida en ermita. La presidía un
hermoso cuadro de la Virgen de Gracia, al que tenían gran devoción en la zona,
pero aunque esa preciosa cueva era parroquia, no solía tener culto. Por eso lo
primero que procuró el joven Padre Poveda es que estuviera allí el Señor,
presente en el sagrario. Para él, Jesucristo siempre fue el centro de su
persona y de toda su actividad y lo demostró desde el principio, en las cuevas
de Guadix.
Con
ayudas de entidades públicas y de personas particulares, en pocos meses pudo
construir las “Escuelas del Sagrado
Corazón de Jesús”, contratar y pagar a los maestros, dar de comer a
algunos niños y niñas y crear clases nocturnas y talleres para adultos,
realizando así una importante tarea de ayuda humanitaria, educativa y de
formación cristiana y profesional en este amplio sector de la población, olvidado
de todos y carente de recursos. Además,
interesó en esta tarea a las autoridades locales y a los centros de cultura de
Guadix, acercando a los habitantes de la ciudad y de las cuevas, secularmente
distanciados entre sí. Las autoridades locales supieron reconocerle esta
importante tarea humanitaria nombrándole en 1904 “Hijo adoptivo predilecto” y dedicándole una calle y un bonito álbum
con más de 700 firmas, “costeado por el elemento joven de la localidad”, según
está escrito en la portada.
Para
entonces ya se habían trasladado a vivir con don Pedro sus padres y Carlos, el
hermano menor. Decididos a permanecer en Guadix, habían llevado con ellos
incluso un gran cuadro de la Inmaculada que tenía desde antiguo la familia,
ante el cual según él mismo explicaba después, una tía abuela lo había ofrecido
a la Virgen al nacer “para que me
bendijera y para pedirle que si no había de ser buen cristiano me quitara la
vida antes de ver la luz”. Siempre le tuvo un cariño especial.
El Padre Poveda siempre fue muy devoto de la Virgen y
también se grabó en él de modo muy singular el aludido cuadro de Nuestra Señora
de Gracia, que presidía la “Ermita Nueva” de las cuevas. En 1934, dos años
antes de su muerte, lo recordaba de esta manera:
“Confieso ingenuamente que
al subir yo a las cuevas de Guadix con un grupo de mis seminaristas, no pensé
en otra cosa sino en una catequesis; que de nuestras visitas a la ermita de la
Virgen de Gracia, titular de aquel sagrado recinto, medio cueva, medio capilla,
surgió el plan de las escuelas y que la vocación a este género de apostolado
tuvo su origen allí y las cambiantes posteriores, hasta llegar a la realización
de su última etapa, la Institución Teresiana, ante otra imagen de nuestra
Señora, en la Santa
cueva de Covadonga”.