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domingo, 23 de febrero de 2014

Amor hacia nuestros padres

AMOR HACIA NUESTROS PADRES.

No hacemos caso de la educación recibida de nuestros padres, y así nos va, luego le echamos la culpa de los problemas de la juventud, a otros o incluso a ellos mismos, o sea a la nueva generación, cuando toda la culpa no la tienen ellos.
En la generación anterior, hablemos de los años 60 y 70 no me voy más atrás, había un respeto y una forma de vivir muy distinta a la que tenemos en hoy día. Antes, por ejemplo, los abuelos cabían en las casas, en hoy día, y a las primeras de cambio, nos deshacemos de ellos llevándolos al Asilo, geriátrico o residencia adaptada para estos. Recuerdo que mi madre, sobre todo en invierno, dado que había más tiempo para estar en casa, me contaba muchas historias que a ella le habían contado sus antepasados, y en mi mente tengo casi todas, pero ahora voy a contar dos que vienen al caso. Me decía, mira hijo, no hagas a los demás lo que a ti no te gustaría que te hiciesen, y al calor del brasero de picón, empezó a contarme que iban un padre, ya metido en años, y su hijo, camino del sendero, hacia la ciudad y que cansados se sentaron en una roca. El padre, con lágrimas en los ojos, le dice: hay que ver lo que es la vida, en esta misma piedra nos sentamos tu abuelo y yo cuando lo llevaba al asilo. Pero la que más me impacto fue la siguiente: le dice el padre al hijo, anta Javi ves y tráete la manta que hay en el corral para llevar al abuelo al asilo, para que no le dé frío. Al cabo del rato llega Javi con la manta y se la da a su padre; este asombrado le dice: hijo, aquí hay media manta ¿Dónde está la otra mitad? Y Javi le responde, (lleno de tristeza, incomprensión e impotencia): la otra parte la he guardado para cuando tú estés metido en años, como el abuelo, llevarte yo al asilo.
Y por si fuera poco, se han inventado esto de “la muerte digna”. Se trata a las personas, yo diría, peor que a los animales, pues a un perro con años les da lástima matarlo, dándole las máximas de vueltas para ejecutarlo. ¡Pero bueno!, ¿qué está pasando?; los ajetreos de la vida ¿pueden llegar hasta tal punto? ¿Nos estamos deshumanizando? ¿No tenemos temor de Dios? O es que nos acomodamos en el sillón de los derechos, dejando a un lado las obligaciones y el respeto hacia nuestros mayores. ¿Puede la comodidad hacernos peor que los animales? Eso que se dice: “es que en mi casa no hay sitio, sólo tengo una cama para cada uno de mis dos hijos y la nuestra de matrimonio”. Yo a estas personas le digo que en queriendo todo es posible, pero claro, hay que querer. Hasta el abuelo, matrimonio y dos hijos, cabían en una cama de matrimonio y ahora con tres camas, no hay sitio para el que está chocheando, para el que dio su vida por sus hijos ¡qué pena! Pero luego algunos (que no todos) acallarán sus conciencias, yendo a por ellos para la cena de Navidad. ¡Qué falsos e hipócritas somos! ¿Qué pasa, es que el resto del año no se nos remueve la conciencia? ¿Sabemos bien lo que es Navidad? Navidad no es solo comer pavo, polvorones y hacer regalos, es algo más; Navidad es Amor, es saber que el Niño Dios ha venido al mundo para redimirnos de nuestro pecado, para abrirnos la puerta del Cielo y para recordarnos que como ese día deben de ser todos sin excepción, los 365 días del año. Porque como dijo san Agustín: “Ama y haz lo que quieras” porque el que ama no puede hacer daño a nadie. No sabéis muy bien el daño tan tremendo que le hacéis a vuestros padres con alejarlos del calor del hogar; por muy bien atendidos que estén (y que de hecho lo están), por muchas visitas que le hagáis; aunque ellos os digan que están bien “NO SON FELICES”, les falta la medicina más importante, la del calor del hogar, el calor de los suyos. Porque no olvidéis que para ellos lo más importante sois “VOSOTROS”, sus hijos e hijas y nietos.
Hay un porcentaje mínimo de abuelillos, que por su incapacidad, es casi imposible atenderles en su hogar, por la atención médica que deben de tener. Aun así voy a exponer una frase del Eclesiástico que dice: ¡Hijo, cuida de tu padre en su vejez y aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor!

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