LA
FE EN LA CALLE
La fe en la calle yo la
tengo comparada con los billetes de doscientos euros; que todo el mundo sabe
que existen pero nadie los ve. Por la profesión que tengo, estoy todo el día de
un negocio en otro y oigo y veo cada cosa que me quedo sin palabras, ¿cómo puede
haber personas que profesan la fe católica y luego se muestran pasivas ante
temas como: el aborto, la eutanasia, la xenofobia, la creencia religiosa…? las
ves en conversaciones callejeras que claman al cielo y no dicen nada, se
callan, no defienden los principios católicos; y luego las ves dándose golpes
de pecho. Dios nos libre de esta forma de ser, porque (como decía san Pablo) no
son ni fríos ni calientes, la tibieza es lo peor que hay; no se puede estar
encendiendo una vela al diablo y otra a Dios, si eres de Dios y te sientes
cristiano no te puedes callar ante semejantes atrocidades, ante esto yo me
pregunto ¿de qué sirvió la sangre derramada por nuestros antepasados los santos
mártires? ¿Y la de Nuestro Señor Jesucristo? Ellos no se callaron y dieron sus
vidas por defender la única Verdad. ¿Qué comunión tenemos con nuestros hermanos
misioneros que están en tierras de persecución Cristiana, dando su vida por lo
único que de verdad merece la pena? Y eso que no tenemos que derramar ni una
gota de sangre. ¿Esta es la fe que quiere Dios?, por supuesto que no,
tenemos que sentirnos evangelizadores, y como laicos que somos defender (de
obra y de palabra) la Palabra de Dios y no callarnos ante las barbaridades que
se oyen en la calle y más si se dirigen a nuestra persona; hay un refrán que
dice: “el que calla otorga”, callándonos nos hacemos como ellos y esto Jesús no
lo quiere. No tenemos que sentir nada de vergüenza ni de cortedad el ir en
contracorriente, en no dejarnos llevar por la masa; tenemos que tener en cuenta
que los enemigos del alma son: mundo, demonio y carne; así nos lo enseñaron de
pequeños y así lo tenemos que practicar. Para curar una enfermedad, primero
tenemos que reconocerla y después actuar; la enfermedad que tienen muchas
personas, que se dicen católicas, es la de la pasividad y esto hay que cortarlo
de raíz, de un tajo y pregonar a los cuatro vientos que Dios existe y que nos
hizo por amor. No pasar de los comentarios venales que se escuchan en las
plazas, calles, bares… no nos tenemos que callar y con la fe, que Dios
nos ha dado, defender los principios de
todo cristiano, llegando a ser practicante y no pasivo o de
conveniencias.
En la calle- los que
nos sentimos cristianos practicantes- tenemos una ardua tarea; pues nos
torpedean con muchas blasfemias e ignorancias sobre lo tocante a las virtudes
teologales; en la que nos ocupa, hay un desconocimiento supino, y, como
consecuencia, un ateísmo ya demasiado grande. La fe, para ellos, es que no le
falten el dinero para sus caprichos; llámense drogas, orgías, saraos, bienestar materialista…; despreocupándose de
los compromisos que se adquieren al ser cristiano y seguir las pautas marcadas
en los Diez Mandamientos.
Somos el foco de atención de todos los
demás y, a la más mínima, no los echan en cara. Tenemos una responsabilidad
tremenda, dado que no nos podemos callar ante tanta blasfemia como se dice, y
tan mal ejemplo como se le está dando a la juventud. Yo concretamente, para
algunos soy “el curilla”, pero bendito seudónimo, porque, aunque no lo soy, sí
que me glorío y me gozo de mi fe, fe, que todos los días le pido a Dios que
me aumente.
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