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domingo, 23 de febrero de 2014

La fe en la calle

LA FE EN LA CALLE
La fe en la calle yo la tengo comparada con los billetes de doscientos euros; que todo el mundo sabe que existen pero nadie los ve. Por la profesión que tengo, estoy todo el día de un negocio en otro y oigo y veo cada cosa que me quedo sin palabras, ¿cómo puede haber personas que profesan la fe católica y luego se muestran pasivas ante temas como: el aborto, la eutanasia, la xenofobia, la creencia religiosa…? las ves en conversaciones callejeras que claman al cielo y no dicen nada, se callan, no defienden los principios católicos; y luego las ves dándose golpes de pecho. Dios nos libre de esta forma de ser, porque (como decía san Pablo) no son ni fríos ni calientes, la tibieza es lo peor que hay; no se puede estar encendiendo una vela al diablo y otra a Dios, si eres de Dios y te sientes cristiano no te puedes callar ante semejantes atrocidades, ante esto yo me pregunto ¿de qué sirvió la sangre derramada por nuestros antepasados los santos mártires? ¿Y la de Nuestro Señor Jesucristo? Ellos no se callaron y dieron sus vidas por defender la única Verdad. ¿Qué comunión tenemos con nuestros hermanos misioneros que están en tierras de persecución Cristiana, dando su vida por lo único que de verdad merece la pena? Y eso que no tenemos que derramar ni una gota de sangre. ¿Esta es la fe que quiere Dios?, por supuesto que no, tenemos que sentirnos evangelizadores, y como laicos que somos defender (de obra y de palabra) la Palabra de Dios y no callarnos ante las barbaridades que se oyen en la calle y más si se dirigen a nuestra persona; hay un refrán que dice: “el que calla otorga”, callándonos nos hacemos como ellos y esto Jesús no lo quiere. No tenemos que sentir nada de vergüenza ni de cortedad el ir en contracorriente, en no dejarnos llevar por la masa; tenemos que tener en cuenta que los enemigos del alma son: mundo, demonio y carne; así nos lo enseñaron de pequeños y así lo tenemos que practicar. Para curar una enfermedad, primero tenemos que reconocerla y después actuar; la enfermedad que tienen muchas personas, que se dicen católicas, es la de la pasividad y esto hay que cortarlo de raíz, de un tajo y pregonar a los cuatro vientos que Dios existe y que nos hizo por amor. No pasar de los comentarios venales que se escuchan en las plazas, calles, bares… no nos tenemos que callar y con la fe, que Dios nos ha dado, defender los principios de  todo cristiano, llegando a ser practicante y no pasivo o de conveniencias.
En la calle- los que nos sentimos cristianos practicantes- tenemos una ardua tarea; pues nos torpedean con muchas blasfemias e ignorancias sobre lo tocante a las virtudes teologales; en la que nos ocupa, hay un desconocimiento supino, y, como consecuencia, un ateísmo ya demasiado grande. La fe, para ellos, es que no le falten el dinero para sus caprichos; llámense drogas, orgías, saraos,  bienestar materialista…; despreocupándose de los compromisos que se adquieren al ser cristiano y seguir las pautas marcadas en los Diez Mandamientos.

Somos el foco de atención de todos los demás y, a la más mínima, no los echan en cara. Tenemos una responsabilidad tremenda, dado que no nos podemos callar ante tanta blasfemia como se dice, y tan mal ejemplo como se le está dando a la juventud. Yo concretamente, para algunos soy “el curilla”, pero bendito seudónimo, porque, aunque no lo soy, sí que me glorío y me gozo de mi fe, fe, que todos los días le pido a Dios que me aumente.

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