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domingo, 23 de febrero de 2014

Como la vida misma

COMO LA VIDA MISMA

Cuando uno es joven, esa juventud tirando a adolescencia, se piensa que sabe más que nadie y se tira al mundo de cabeza, sin hacer caso de nadie,  incluido sus padres. Se cree que se va a comer al mundo y no sabe que es carne de cañón, de eso se entera más tarde, cuando en muchos casos ya es demasiado tarde. Las amistades tienen mucho que ver; ¡somos jóvenes, los viejos están chocheando y no nos entienden! Hay que estar de parte de los partidos políticos que defienden a los pobres y no a los ricos. La Iglesia es  dominante y los curas, sin hacer nada, tienen sus pagas, más lo que pueden cepillarse, no hay que creer en los curas pues son unos fachas y defienden la Palabra de Dios, porque es lo que a ellos le da de comer; abajo la Iglesia, viva los partidos  contrarios a la Iglesia, esos son los que nos interesan, y macho nos entiende a la perfección y están de nuestra parte. Y uno hace caso de esos comentarios y le sigue como un corderillo y lo malo del tema es que algunos no se acuerdan de esos momentos en los que en su casa no tenían ni para comer; pues, o su padre se había quedado en el paro, o había caído enfermo y con la paga que recibía no le llegaba ni para la primera quincena, y el resto de los días del mes ¿Cómo se apañaban? ¿Quién les daban de comer? Y cuando llegaban los fríos del duro invierno ¿Quién los arropaban para que no pasaran frío? Ya que a ciertas edades las ropas no valen de un año para otro, se quedan chicas, y, sí, cuando hay varios hermanos pasa de uno para el otro, pero y al mayor y la mayor ¿Quién les compraban los abrigos y ropa necesaria? ¿Los políticos de turno? ¿Los amigos que ahora le inculcaba para criticar a la Iglesia y a los curas? No, estos sólo se dedican a criticar. Entonces ¿Quién les ayudaban? Al llegar la Navidad ¿Quién les daban los clásicos mantecados y polvorones? ¿Quién les decían que la familia es lo más importante y hay que velar y cuidar por ella? ¿Los políticos de turno? ¡No! Estos lo que defienden son los derechos, la unión entre homosexuales y el divorcio, esto es lo que ellos, entre otras cosas, defienden.
¡Qué hermosa y bonita es la juventud en todas sus directrices, incluida la adolescencia! Y a la vez que traicionera. Salimos al mundo con los ojos cerrados; al principio nuestro padre es un sabio que todo lo sabe y después lo tratamos peor que al mayor enemigo que podamos tener. Nos hacemos individualistas para con ellos, pero claro, nos tienen que seguir manteniendo, porque es su obligación. O sea que nos separamos en lo que nos interesa, ¡pero bueno, se puede ser más cruel! Luego a cierta edad nos acordamos de los viejos, cuando en muchos de los casos ya no tiene solución, y ellos como buenos padres y después de todo lo que le hemos hecho padecer, están intercediendo ante Dios por nosotros. Es entonces, en la madurez de nuestras vidas, cuando nos damos cuenta de los ingratos e imbéciles que hemos sido y que hemos tenido la “enfermedad de la juventud” acordándonos de que los únicos que nos han ayudado de siempre, ha sido “LA IGLESIA CATÓLICA”, la única que durante veintiún siglo está ayudando a todos los pobres, y no solo de nuestro pueblo, sino y también de todo el mundo. Ahora que llega la Navidad, y a través de Cáritas (que es Iglesia) y de manos unidas (que es de la Iglesia) No queda ni un rincón del orbe que se quede sin  lo más necesario para estos días y que en muchos de los casos, no debemos de olvidar, que es más importante una sonrisa,  un buen trato y un saber escuchar, que mucha palabrería, son los nuevos necesitados de nuestros días “los ancianos” solitarios que lo único que quieren es que alguien les escuche. También de ellos cuida la Iglesia, y es curioso cuando la mayoría de estos (y de los que acuden a por alimentos) nos dicen que antes estuvieron en el Ayuntamiento y que los derivaron a la Iglesia; ¡los mismos que critican a la Iglesia!
En la madurez de nuestras vidas es cuando nos damos cuenta que todos esos que en nuestra juventud nos entendían y estaban de nuestra parte, lo hacían por intereses propios y no porque estuvieran de nuestro lado.
Pero si hay algo que debemos de tener en nuestra mente y en nuestro corazón es la inocencia y el buen obrar que teníamos en nuestra niñez, es la única manera de no ir con la coraza de “todo el mundo es malo”, porque eso de: piensa mal y acertarás, no es de ser buen cristiano; y así darle a todo el mundo lo mejor de nosotros mismos. Esto hay que hacerlo en Navidad y todo el año.
¡Ojala y esta Navidad veamos a la Iglesia como lo que es, ya que Iglesia somos todos, cuya cabeza es Jesús!
 

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