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domingo, 23 de febrero de 2014

Al calor del hogar

                                        AL  CALOR  DEL  HOGAR
                                     
En un lugar, no muy lejano, estaba una familia, sentada, al confort de la hoguera, en el salón de su casa. Era un otoño muy duro en puertas de entrar el invierno. La familia estaba formada por: La abuela, los padres y dos hermanos- Pedrito y Sara-. Pedrito estaba en edad de prepararse para su primera Comunión y asistía a catequesis. Tenía siete años, y había oído hablar en esta sobre el Adviento, pero no lo tenía muy claro. Rompiendo el hielo, le pregunta a la abuela: Abuela ¿qué es el Adviento? La abuela que era una mujer Católica y puesta en todo esto de los tiempos Litúrgicos le contestó y dijo: Pedrito, Adviento quiere decir que Alguien viene y ¿quién crees que viene? Pedrito le contestó: pues el niño Jesús. La abuela le dice, efectivamente, Cristo viene y durante cuatro domingos antes de Navidad, nos preparamos para recibirlo en nuestros corazones. Jesús llama en las puertas de nuestras almas y nosotros le tenemos que recibir con toda la alegría de nuestro ser y abrirle las puertas de par en par y decirle: Ven, Entra, Jesús de mí vida y mora en mi corazón para siempre, pues sólo quiero ser Tuyo. Y ¿cómo se hace eso?- le pregunta Pedrito- ¿cómo se abren las puertas del corazón? Esta le contesta: pues muy fácil, rezando y haciendo el bien por los demás. No sólo vale darse golpes de pecho, hay que actuar, ayudando a los más necesitados y hay que cumplir los diez Mandamientos y que estos se cierran en dos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Abuelita ¿quién es el prójimo? Son todos los hombres y mujeres, niños y niñas, en definitiva, todos nuestros hermanos, pues todos tenemos a un mismo Padre que es Dios nuestro Señor.
Sara, que tenía cinco años, le dice a la abuela: abuelita hoy he oído que una niña de sexto curso se ha quedado embarazada y que sus padres están decididos a que aborte ¿cómo puede ser esto? Esos papás van a matar a un bebé. Y llorando se echó sobre el delantal de su abuela. Esta, consolándola y acariciando su cabello le dijo: Hija mía, vivimos en un mundo muy loco y no hay temor de Dios.  Esos papás tenían que haber educado a su hija como tus papás te están educando a ti y a tu hermano, porque existen los derechos pero también las obligaciones y estos dos tienen que ir ligados. Tan malo es todo derechos como todas obligaciones. Habría que ver como se ha criado esa niña, y Pedrito, saltó como una centella, y dijo: pues he oído también que sus padres están divorciados y todos callados se miraron a los ojos y con los semblantes entristecidos. La abuela, abriendo la palabra de nuevo dijo: veis esa pobre niña está hambrienta de amor y de orden en la familia y ahora cuando ya no tiene solución, en una voz, saltan los padres y dicen que tiene que abortar. ¡Dios mío a donde vamos a llegar! Toda edad tiene sus formas de vida y ahora vosotros- dirigiéndose a los niños- tenéis que vivir vuestra edad y que es muy bonita, ya tendréis tiempo de ser adultos y vivir como adultos. Ahora tenéis vuestras ilusiones y vuestros sueños llenos de fantasía, seguir así ¡ah! Estamos en puertas de llegar a la Navidad y después los Reyes Magos.
Sara y Pedrito, cambiando de semblante, se miraron a los ojos, los dos los tenían llenos de felicidad y les brillaban cómo dos estrellas a cada uno. A Pedrito, poco a poco, le fue cambiando su cara y sus padres les pregunta: Pedrito ¿te estás entristeciendo?, este les dice: sí, porque me ha dicho un compañero de clase que los Reyes no existen, que es una invención. Su mamá, con toda la dulzura del mundo, le dice: Pedrito, tenéis que vivir vuestra inocencia y niñez. En cuando a ese compañero tuyo, no le hagas caso, los Reyes Magos existen y la noche del cinco al seis de Enero se convierte, por la Gracia de Dios, en una noche mágica y todos los niños, cuyos padres son Católicos, del mundo reciben sus juguetes, unos más y otros menos pero todos los reciben. Por cierto ¿habéis escrito la carta a los Magos de Oriente? Pedrito y Sara se volvieron a mirar a los ojos y salieron corriendo a coger un papel y un bolígrafo y llenos de amor en vez de pedir para ellos, pidieron para sus papás, abuelita y... La niña embarazada. Pidiéndole a los Reyes que esta no abortara y un sonajero para el bebé.


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