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martes, 4 de marzo de 2014

San Pedro Poveda (Octava parte "Hago justicia al Padre Poveda")

“Hago justicia al Padre Poveda”
           Así se expresaba el P. Jesús Castellano, eminente teólogo, profesor de Espiritualidad en el Pontificio Instituto de Espiritualidad Theresianum de Roma celebrando allí, el 17 de mayo de 2003, la reciente canonización de san Pedro Poveda:

                “Como estudioso que soy de la espiritualidad del siglo XX, debo afirmar que una lectura de los escritos del Padre Poveda me resulta de grandísimo interés.
                Hay que hacer justicia a este hombre por algunas razones fundamentales. La primera porque la espiritualidad del Padre Poveda tiene todos los títulos para ser considerada anticipadora de toda una serie de valores que constituye la trama de la espiritualidad del siglo XX, con el Concilio Vaticano II y con la espiritualidad que él anticipa”.

            Sin duda alguna, el humanismo Povedano, con amplia raíz bíblica, y que encuentra “la norma segura para llegar a ser santo” en “la Encarnación bien entendida”, es claramente anticipador de la serie de valores que asume, concreta y propone el Concilio Vaticano II. Insiste P. Jesús Castellano:

                “Encuentro verdaderamente en Pedro Poveda un anticipador y un forjador de la espiritualidad del siglo XX, incluso antes que los grandes autores, reconocidos hasta hoy en los manuales de historia de la espiritualidad contemporánea.
                Es un anticipador de una espiritualidad que estaba para nacer como espiritualidad: abierta, evangélica, que vuelve a las fuentes, de gran apertura al mundo necesitado de un cristianismo vivo y adaptado a las nuevas condiciones de un contexto que está cambiando.
                Hago, pues, justicia al Padre Poveda: debemos verdaderamente considerarlo entre los testigos, maestros y fundadores que pertenecen a la formación de la espiritualidad, con intuiciones anticipadoras, de la primera mitad del siglo XX. Que esto quede para la historia de la espiritualidad de la Iglesia”.

Y, basándose en los escritos de san Pedro Poveda, en la novedad del carisma que entraña la Institución Teresiana y en impulso que durante su vida dio a esta Obra, lo explica así:

            “Bastaría retomar toda la temática de Jesús Maestro de Oración, de ‘la Vid y los sarmientos’ y de otras ideas cristológicas para ver su modernidad evangélica. Es una espiritualidad que anticipa en la España de la primera mitad del siglo XX el retorno a las fuentes, característico de algunos decenios posteriores, con su apasionada consideración de la vida de los primeros cristianos como modelo; una especie de anticipación del gran movimiento de retorno a los Padres en la teología de la espiritualidad.
                La de Poveda es una espiritualidad que revalora, con la ayuda de los textos bíblicos del Nuevo Testamento, la dimensión profética, sacerdotal y real del pueblo de Dios. Una espiritualidad, además, que conecta con otra parte de la espiritualidad del siglo XX que se forja sobre todo después de la primera y de la segunda guerras mundiales: la espiritualidad del compromiso en el mundo, de la revaloración de las realidades creadas, en relación con la cultura y con la promoción de la mujer. Es la suya una espiritualidad, además, viva, concreta, con grandes intuiciones pedagógicas y con inmediatas aplicaciones vitales.
                No es un escritor de grandes tratados; es el hombre concreto, que transmite experiencia; un verdadero mistagogo ─diríamos hoy─ de la vida evangélica, del compromiso apostólico. Un verdadero maestro espiritual”.

En este sentido, el P. Castellano destaca la señala referencia de San Pedro Poveda a los primeros cristianos, presente en sus escritos desde fechas bien tempranas. Incluso las cuevas de Guadix le recordaban las antiguas catacumbas, que esos momentos estaban saliendo a la luz. La referencia a la primitiva iglesia, a los primeros seguidores de Jesús, es uno de los signos más claros de la novedad del carisma recibido por él, carisma llamado a impregnar el momento presente de la originaria pureza evangélica:

            “Es viva su esencialidad cristológica, de matriz joánica y paulina por tanto. La eclesialidad viva y esencial de la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, recuperando espiritual y concretamente la imagen arquetipo de la comunidad de Jerusalén, a la que, según una famosa expresión de L. Cerfaux, todos los siglos miran. Cuando comienza una nueva realidad pujante en la Iglesia, todos los siglos miran a esa obra maestra del Espíritu que es la primitiva comunidad, del mismo modo que todos los artistas tratan de inspirarse en las obras maestras que encuentran en los museos. También el Padre Poveda ha tenido esta intuición: un retorno constante al momento en que comienza la vida nueva, a cuando nace la Iglesia. Por eso su modelo es la primitiva comunidad cristiana, plasmada por la palabra de Jesús y la acción del Espíritu.
                San Pedro Poveda ha llegado incluso, como pocos santos, a sentir como suya la oración sacerdotal de Jesús. Véase el cap. 17 de Juan, comentado por él en Jesús, Maestro de oración, como vértice del ideal de la vida cristiana en la comunión con Dios y entre nosotros, con la clara visión de la espiritualidad de las bienaventuranzas y la fuerza arrolladora de la alegría como virtud netamente cristiana. Lo que él propone es una especie de humanismo de las bienaventuranzas. Me gusta la acentuación de la alegría cristiana que tiene lugar hacia el fin, en la  cercanía del martirio, porque yo considero la alegría como un “valor trascendental” de la vida cristiana: junto al amor-verdad, al amor-bondad al amor-belleza, al amor que es alegría. También en esto Pedro Poveda es un profeta anticipador”.
           
Subraya también su dimensión de fundador no sólo como quien ha formulado una doctrina sino como quien la ha ratificado con su vida. Una vida coherente con su vocación específica al sacerdocio, capaz de generar algo distinto de él, enraizado en el evangelio y llamado a hacerlo presente en la realidad actual:


“Él es maestro y fundador. Es maestro con su doctrina y testigo con su vida. Ha dejado una semilla fecunda, fecundada por el Espíritu Santo, que ha producido un gran movimiento de espiritualidad. Él ha dado a la Institución Teresiana la capacidad de mantener su vocación laical y la capacidad de implicar a otros laicos y laicas en el proyecto de una presencia viva en el mundo, con las características de internacionalidad y de vocación misionera y apostólica y, sobre todo, con la dimensión cultural que son propias del carisma del Padre Poveda, infundido en su Obra”.

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