“Hago justicia al Padre Poveda”
Así se expresaba el P. Jesús
Castellano, eminente teólogo, profesor de Espiritualidad en el Pontificio
Instituto de Espiritualidad Theresianum de Roma celebrando allí, el 17 de mayo
de 2003, la reciente canonización de san Pedro Poveda:
“Como estudioso que
soy de la espiritualidad del siglo XX, debo afirmar que una lectura de los
escritos del Padre Poveda me resulta de grandísimo interés.
Hay que hacer justicia
a este hombre por algunas razones fundamentales. La primera porque la
espiritualidad del Padre Poveda tiene todos los títulos para ser considerada
anticipadora de toda una serie de valores que constituye la trama de la
espiritualidad del siglo XX, con el Concilio Vaticano II y con la
espiritualidad que él anticipa”.
Sin
duda alguna, el humanismo Povedano, con amplia raíz bíblica, y que encuentra
“la norma segura para llegar a ser santo” en “la Encarnación bien entendida”,
es claramente anticipador de la serie de valores que asume, concreta y propone
el Concilio Vaticano II. Insiste P. Jesús Castellano:
“Encuentro
verdaderamente en Pedro Poveda un anticipador y un forjador de la
espiritualidad del siglo XX, incluso antes que los grandes autores,
reconocidos hasta hoy en los manuales de historia de la espiritualidad
contemporánea.
Es un anticipador de
una espiritualidad que estaba para nacer como espiritualidad: abierta,
evangélica, que vuelve a las fuentes, de gran apertura al mundo necesitado de
un cristianismo vivo y adaptado a las nuevas condiciones de un contexto que
está cambiando.
Hago, pues, justicia
al Padre Poveda: debemos verdaderamente considerarlo entre los testigos,
maestros y fundadores que pertenecen a la formación de la espiritualidad, con
intuiciones anticipadoras, de la primera mitad del siglo XX. Que esto quede
para la historia de la espiritualidad de la Iglesia”.
Y, basándose en los escritos
de san Pedro Poveda, en la novedad del carisma que entraña la Institución
Teresiana y en impulso que durante su vida dio a esta Obra, lo explica así:
“Bastaría
retomar toda la temática de Jesús Maestro
de Oración, de ‘la Vid y los sarmientos’ y de otras ideas cristológicas
para ver su modernidad evangélica. Es una espiritualidad que anticipa en la España
de la primera mitad del siglo XX el retorno a las fuentes, característico de
algunos decenios posteriores, con su apasionada consideración de la vida de los
primeros cristianos como modelo; una especie de anticipación del gran
movimiento de retorno a los Padres en la teología de la espiritualidad.
La de Poveda es una
espiritualidad que revalora, con la ayuda de los textos bíblicos del Nuevo
Testamento, la dimensión profética, sacerdotal y real del pueblo de Dios. Una
espiritualidad, además, que conecta con otra parte de la espiritualidad del
siglo XX que se forja sobre todo después de la primera y de la segunda guerras
mundiales: la espiritualidad del compromiso en el mundo, de la revaloración de
las realidades creadas, en relación con la cultura y con la promoción de la
mujer. Es la suya una espiritualidad, además, viva, concreta, con grandes
intuiciones pedagógicas y con inmediatas aplicaciones vitales.
No es un escritor de
grandes tratados; es el hombre concreto, que transmite experiencia; un verdadero
mistagogo ─diríamos hoy─ de la vida evangélica, del compromiso apostólico. Un
verdadero maestro espiritual”.
En este sentido, el P.
Castellano destaca la señala referencia de San Pedro Poveda a los primeros
cristianos, presente en sus escritos desde fechas bien tempranas. Incluso las
cuevas de Guadix le recordaban las antiguas catacumbas, que esos momentos
estaban saliendo a la luz. La referencia a la primitiva iglesia, a los primeros
seguidores de Jesús, es uno de los signos más claros de la novedad del carisma
recibido por él, carisma llamado a impregnar el momento presente de la
originaria pureza evangélica:
“Es viva su
esencialidad cristológica, de matriz joánica y paulina por tanto. La
eclesialidad viva y esencial de la comunidad de los Hechos de los Apóstoles,
recuperando espiritual y concretamente la imagen arquetipo de la comunidad de
Jerusalén, a la que, según una famosa expresión de L. Cerfaux, todos los siglos miran. Cuando comienza una nueva realidad pujante en la
Iglesia, todos los siglos miran a esa obra maestra del Espíritu que es la
primitiva comunidad, del mismo modo que todos los artistas tratan de inspirarse
en las obras maestras que encuentran en los museos. También el Padre Poveda ha
tenido esta intuición: un retorno constante al momento en que comienza la vida
nueva, a cuando nace la Iglesia. Por eso su modelo es la primitiva comunidad
cristiana, plasmada por la palabra de Jesús y la acción del Espíritu.
San Pedro Poveda ha
llegado incluso, como pocos santos, a sentir como suya la oración sacerdotal de
Jesús. Véase el cap. 17 de Juan, comentado por él en Jesús, Maestro de
oración, como vértice del ideal de la vida cristiana en la comunión con
Dios y entre nosotros, con la clara visión de la espiritualidad de las
bienaventuranzas y la fuerza arrolladora de la alegría como virtud netamente
cristiana. Lo que él propone es una especie de humanismo de las
bienaventuranzas. Me gusta la acentuación de la alegría cristiana que tiene
lugar hacia el fin, en la cercanía del
martirio, porque yo considero la alegría como un “valor trascendental” de la
vida cristiana: junto al amor-verdad, al amor-bondad al amor-belleza, al amor
que es alegría. También en esto Pedro Poveda es un profeta anticipador”.
Subraya también su dimensión
de fundador no sólo como quien ha formulado una doctrina sino como quien la ha
ratificado con su vida. Una vida coherente con su vocación específica al
sacerdocio, capaz de generar algo distinto de él, enraizado en el evangelio y
llamado a hacerlo presente en la realidad actual:
“Él es maestro y fundador. Es maestro con su doctrina y testigo con su
vida. Ha dejado una semilla fecunda, fecundada por el Espíritu Santo, que ha
producido un gran movimiento de espiritualidad. Él ha dado a la Institución
Teresiana la capacidad de mantener su vocación laical y la capacidad de
implicar a otros laicos y laicas en el proyecto de una presencia viva en el
mundo, con las características de internacionalidad y de vocación misionera y
apostólica y, sobre todo, con la dimensión cultural que son propias del carisma
del Padre Poveda, infundido en su Obra”.
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