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San Pío X |
257º
Papa.- San Pio X (Giuseppe Melchiorre Sarto) dijo: <<Acepto el
pontificado como una cruz, y porque los papas que han sufrido por la Iglesia en
los últimos tiempos se llamaron Pio, tomo ese nombre>>. Después, cuando
fue coronado, anunció todo su programa pontifical en una frase: << ¡Omnia
instaurare in Christo!>> (<<Todo lo instauraré en Cristo>>).
Lo dejó claro en su primera
encíclica, En supremi apostolatus cathedra. <<Nuestro mundo sufre un mal:
la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios, han prescindido de Él
en el ordenamiento político y social. Todo lo demás son claras consecuencias de
esa postura>>, anunciaba, y recuerda a todos sus obligaciones como pastor
del rebaño que Cristo le ha confiado. Sobre esa base, proclamó nuevamente la
santidad del matrimonio, estimuló la educación cristiana de los niños, exigió justicia
en las relaciones sociales, recordó a los gobernantes su irrenunciable
responsabilidad social y reconoció, ante todos y para todos, que instaurar todo
en Cristo exigía que la santidad de la Iglesia se manifieste en todos sus
miembros: los sacerdotes, los obispos, los cardenales y los seglares
comprometidos con la Iglesia de que forman parte. Y esa preocupación del Papa
por la santidad de la Iglesia le llevó a impulsar no pocas reformas en su
interior.
Su amor a la Eucaristía le llevó
a autorizar la comunión diaria a todos los fieles y a permitir que los niños
pudiesen recibir el Santísimo Sacramento a partir de los siete años de edad. La
razón para ello la dejó explícita en estas palabras:
<< La finalidad primera de la Santa Eucaristía no es garantizar
el honor y la reverencia debidos al Señor, ni premiar a la virtud, sino que los
fieles, unidos a Dios por la comunión, puedan encontrar en ella fuerza para
vencer las pasiones carnales, purificarse de los pecados cotidianos y evitar
las caídas a que está sujeta la fragilidad humana>>
Para mejor difundir el Evangelio
dio un gran impulso a la actividad misionera, incentivó la creación de
seminarios regionales, encomendó la revisión de la Vulgata a los benedictinos,
fundó el Pontificio Instituto Bíblico en Roma y comenzó la publicación de la
Acta Apostolicae Sedis, que, desde 1909, es la publicación oficial en que se
recogen los documentos pontificios. Como preparación para la celebración del
cincuenta aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción
de María, san Pio X publicó la encíclica Ad diem illum, todo un canto de amor a
la Virgen. Su amor por la música sagrada también la dejó patente en su
pontificado, y es famoso el Motu proprio firmado en el tercer mes de su
pontificado en el que dictaba normas para renovar la música sacra, así como la
liturgia de las horas e impulsó cuanto pudo la enseñanza del catecismo para
mantener la pureza de la doctrina. Para hacerlo así, san Pio X hubo de
mostrarse firme ante el modernismo, y en su decreto Lamentabili, de 1907,
condenó las tesis exegéticas y dogmáticas, mientras que en su encíclica
Pascendi, de 1907, lo hizo con los modernitas.
Buen jurista desde sus tiempos
de obispo de Mantua, y magnífico desde los de Venecia, hizo elaborar, como
Papa, una nueva codificación de las leyes canónicas, adecuándolas a las
circunstancias que se vivían, una labor que se concluyó bajo el pontificado de
su sucesor, Benedicto XV.
El capítulo más doloroso de su
pontificado tuvo lugar en Francia en 1905, cuando se consumó la separación de
la Iglesia y el Estado, aunque tuvo el consuelo de vivir una respuesta de plena
fidelidad por parte de los obispos galos. Ese ejemplo fue seguido, cinco años
más tarde, en España y al siguiente en Portugal.
Tan anhelante era de la paz que,
anunciando con años de anticipación el estallido de la guerra de 1914, afirmó:
<<Gustoso daría mi vida si con ello pudiera conseguir la paz en
Europa>>, y el 2 de agosto de 1914 instó a los católicos de todo el mundo
a poner los ojos en Cristo el Señor, Príncipe de la Paz, y suplicarle
insistentemente la paz mundial.
En su testamento, dijo:
<<Nací pobre, he vivido pobre, muero pobre>>, porque siempre supo
ser pobre en su corazón: sobrio y frugal en las comidas, amante de la limpieza
y del orden, sencillo en sus vestidos, nada amigo de recibir aplausos fue el
papa Santo como presbítero, como obispo, como cardenal y como Papa.
Murió el 20 de agosto de 1914.
Bromeando, cuando oía decir de él que era un Papa santo, solía comentar:
<< No santo, Sarto, Sarto>>, pero ya en vida se le atribuyeron
muchos milagros, y el 14 de febrero de 1923 Pio XI introdujo su causa de
beatificación, que culminó Pio XII el 12 de febrero de 1951, para proclamarle
santo el 29 de mayo de 1954. Había que remontarse hasta 1572 para encontrar el
último pontífice proclamado santo: San Pio V.
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Benedicto XV |
258º
Papa.- Benedicto XV, entró en 1882 a formar parte de la Congregación
de los Asuntos Eclesiásticos, en el Vaticano, y como colaborador del cardenal
Rampolla en la nunciatura vivió en Madrid entre 1883 y 1887, fecha en la que
pasó a trabajar en Secretaría de Estado como colaborador del cardenal español
Merry del Val.
El cónclave que se reunió tras
la muerte de san Pio X fue el primero que se celebró sin la intervención, directa
o delegada, de ningún soberano extranjero y cumpliendo rigurosamente las
instrucciones sobre su celebración dictadas por el Papa difunto.
En una nueva encíclica, Ad
Beatissimi, Benedicto XV señalaba las principales causas de la guerra: la falta
de compresión entre los hombres, el menosprecio de la autoridad, la injusticia
entre las clases y el exagerado apetito por las cosas perecederas.
En el orden puramente
eclesiástico, Benedicto XV canonizó a Juana de Arco y proclamó la encíclica In
Praeclara, con ocasión del sexto centenario de la muerte de Dante, en la que
recordaba la relación de la Divina Comedia con las Sagradas Escrituras, y
alababa la obra del poeta como sublime exaltación de la justicia y la
providencia.
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Pío XI |
259º
Papa.- Pio XI, en 1925, instituye la fiesta de Cristo Rey en el
último domingo de octubre.
En el palacio de Letrán, Benito
Mussolini y el cardenal Gasparri firmaron el triple acuerdo el 11 de febrero de
1929. Por el nació la Ciudad del Vaticano, un Estado pontificio de cuarenta y
cuatro hectáreas- con la basílica de san Pedro, los palacios del Vaticano, los
jardines, los museos y varios edificios situados en la ciudad- en el que el
gobierno italiano permitió construir una estación de ferrocarril, crear una
oficina de correos, teléfonos, y poner en marcha una estación de radio. La
residencia veraniega de los papas en Castel Gandolfo fue incluida en el
territorio pontificio y más tarde lo fueron otros edificios romanos; y varias
basílicas y sedes de las grandes congregaciones se beneficiaron del privilegio
de la extraterritorialidad. En el concordato se daba forma legal a las
relaciones entre la Santa Sede y el Estado italiano, garantizándole la libertad
de culto y la jurisdicción eclesiástica, y el acuerdo financiero permitía la
independencia económica y tributaria del nuevo Estado.
Cuando, en 1931, surgieron las
discrepancias entre el gobierno fascista y el Vaticano, Pio XI proclamó su
encíclica Non abbiano bisogno, en la que criticaba la ideología fascista, al
igual que la nazi, la bolchevique y la jacobina. En la encíclica Mit brennender
Sorge, de 1937, el Papa denuncia el carácter pagano del nazismo y condena el
racismo; el mismo año la Divini Redemptoris condena el marxismo, el comunismo
ateo y la doctrina de los sin Dios, y en esa misma línea, cuando Hitler visitó
Roma en 1938, el Papa abandonó el Vaticano para no entrevistarse con el
dictador alemán.
En la Quadragesimo anno,
conmemorativa de la Rerum Novarum de León XIII, el Papa recuerda la obra de la
Iglesia a favor de los trabajadores y condena, una vez más, el comunismo.
Canonizó a santa Teresa de
Lisieux, a santa Bernardette Soubirous, a san Juan Bosco, a Santo Tomás Moro, a
san Roberto Bellarmino y a san John Fisher.
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Pablo VI |
262º
Papa.- Pablo VI, entusiasmado con la idea de celebrar el Concilio Vaticano II, el
cardenal Montini escribió en enero de 1959:
<<La historia se
descubre ante nuestras miradas con perspectivas inmensas y para siglos […] la Iglesia será el punto
de mira de los pensamientos y de las preocupaciones de los hombres […]
aparecerá como la guardiana de las palabras divinas y de los destinos
humanos>>.
Dieciocho días después de la
muerte del beato Juan XXIII, el 21 de junio de 1963, Giovanni Battista Montini,
cardenal de Milán, fue elegido Papa. En su primer mensaje, dijo:
<<Dedicaremos la
mayor parte de nuestro pontificado a la continuación del Concilio Ecuménico Vaticano II, hacia el
que vuelven sus ojos todos los hombres de buena voluntad […]. Queremos
consagrar a esta tarea todos las energías que el Señor nos ha dado, para que la
Iglesia católica, que brilla en el mundo como estandarte alzado sobre todas la
naciones lejanas, pueda atraer hacia ella
a todos los hombres por su grandeza, la renovación de sus estructuras y
la multiplicidad de sus fuerzas, que proceden de toda tribu, lengua, pueblo y
nación>>.
En este sentido, realizó un
viaje a Tierra Santa, en enero de 1964, en el que mantuvo un encuentro
histórico con el patriarca de Jerusalén, Atenágoras I, e intervino en una
reunión de ONU, en 1965, para abogar por la paz mundial.
En este mismo mensaje, quiso
hacer suya la preocupación de Juan XXIII por la unión de todas las Iglesias
cristianas, el logro de la paz universal, el unum sint, por el que el beato
Juan XXIII había ofrecido su vida y para que <<… Los hermanos e hijos de
las regiones donde a la Iglesia no se le ha permitido usar sus derechos nos
sientan cerca de ellos>>.
Marcando la diferencia
fundamental de los papas de este siglo con los de los precedentes, pocos días
después de su investidura afirmó:
<<La Santa Sede
no se propone intervenir en los asuntos o intereses que concierne a los poderes
temporales, sino favorecer por doquier
la profesión de ciertos principios fundamentales de civilización y humanidad de
los que la religión católica es atenta guardiana, que se esfuerza en penetrar
almas e instituciones>>.
Introdujo importantes reformas
en curia romana, fue artífice del Secretariado para los No Creyentes y los No
Cristianos, y autor de las encíclicas
Ecclesiam suam, Mense maio, Mysterium fidei y Christi Matri Rosarii, entre
otras.
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